25Octubre contra la violencia laboral sobre las mujeres

Este 25 de octubre hemos salido de nuevo a la calle para denunciar la explotación extra a la que estamos sometidas las mujeres en el ámbito laboral, pues si bien la crisis no ha hecho sino seguir aumentando las tasas de explotación del conjunto de las y los trabajadores, seguimos siendo nosotras las que vivimos las condiciones más precarias e indignas.

El dato más visible es sin duda el de la brecha salarial: las mujeres cobramos un 24% menos que los hombres en el Estado español. Esta cifra es tan sorprendente para la mayoría social que normalmente se asume como falsa o se piensa que es un problema que afecta sólo a los países menos “avanzados”. Nada más lejos de la realidad: la brecha salarial en Suecia y Francia asciende hasta el 31%, alcanzando el 49% en Alemania, según datos de la ONU.

Las mujeres no sólo cobramos menos, sino que además ocupamos el 75% de los contratos a tiempo parcial, pues nos vemos obligadas a llevar a cabo una extenuante doble jornada laboral, cuidando a hijos y mayores, dependientes y enfermos, pero también maridos y novios. Los recortes en el salario indirecto, especialmente aquéllos que están llevando al desmantelamiento del sistema público sanitario, se ceban especialmente con nosotras, las cuidadoras de la sociedad.

La brecha salarial y la ocupación a tiempo parcial llevan consigo una disminución del poder adquisitivo de las mujeres, lo cual no sólo se traduce en peores condiciones de vida, pensiones más bajas y menores posibilidades de emancipación para las jóvenes, sino que también agrava la situación de aquéllas mujeres que requieren una independencia económica para escapar del maltrato en sus casas. La desigualdad a la que se nos somete no es por tanto únicamente económica, es social.

Hoy las mujeres nos titulamos más en la Universidad que los hombres, en búsqueda de sortear los palos en las ruedas que nos ponen para acceder a un trabajo cualificado, pero esto no impide que la feminización de los trabajos siga siendo a día de hoy una realidad en el Estado español y a nivel mundial: los trabajos peor pagados, más inestables y por supuesto más desprestigiados a nivel social los realizamos nosotras. Es mayoritariamente aceptado que una limpiadora tiene que cobrar menos que un albañil o una enfermera que un técnico de mantenimiento. Por otro lado, la posibilidad de ocupar puestos altos en empresas e instituciones se nos reduce a un porcentaje ridículo.

Pero ya no nos creemos el discurso que les sirve para perpetuar esta situación: ni somos más débiles, ni servimos para menos cosas, ni tenemos menos formación y hemos demostrado que no hay tarea que se nos resista. La cuestión es y ha sido siempre la misma: los patrones necesitan tener a sectores con peores condiciones laborales, por un lado, para tener más beneficios, y, por otro, para poder disminuir las condiciones del resto de sectores en momentos de crisis como es el actual. Es decir que, como las condiciones laborales de las mujeres eran ya bastante más bajas antes de que comenzara la crisis, en la conciencia del conjunto de la población esas condiciones son asumibles, son aceptadas. Cuando llega la recesión económica, no tienen demasiados problemas en igualarlas a la baja. Así hoy vemos como muchos hombres entran en sectores históricamente feminizados, por ejemplo las tiendas de ropa. Es el divide y vencerás de siempre: si el conjunto de los y las trabajadoras aceptamos que haya sectores con malas condiciones, se traducirá en que un día como hoy puedan bajárnoslas hasta ese mismo nivel a todos y todas. La salida es colectiva. Tenemos que alzar una lucha conjunta que nos permita acabar con esta situación de explotación general que nos ataca doblemente a nosotras las mujeres y por supuesto aún más a las migrantes.

Tampoco debemos olvidar que, además de la violencia estructural que hemos relatado, es decir, la brecha salarial machista, la ocupación precaria y parcial, la doble jornada laboral en casa, la feminización de los trabajos precarios, etc., nos vemos sometidas a acoso y abuso sexual en muchos puestos de trabajo, que se profundiza cuando el que te acosa es un jefe quien te despide si se te ocurre interponer una demanda. Y, sin necesidad de llegar a ese extremo, nos vemos cosificadas sobre todo en los puestos que conllevan un trato con el público, cuando se nos pide buena presencia, obligación de ir maquilladas, llevar la falda más corta o un buen escote.

Es hora de decir ya basta. No vamos a permitir que nos sigan atropellando y no sólo vamos a defendernos de los ataques sino que vamos a pasar a la ofensiva. No nos engañan con sus planes de igualdad que en la mayoría de empresas son el maquillaje perfecto para decirse progresistas y que no mejoran en nada nuestras condiciones laborales ni nuestra conciliación familiar. Tenemos que hacer sindicalismo combativo en nuestros puestos de trabajo y lograr los derechos que no sólo son de justicia social sino que o nos los dan o se los arrancaremos. Un pacto de estado no daría solución a esta situación: sólo la lucha de las mujeres en las empresas junto a los compañeros que entiendan estas cuestiones nos lo permitirá. Y sólo la lucha en la calle nos permitirá extender esas victorias al conjunto de las mujeres.

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