25A protestamos contra Violencia 2.0

La violencia machista es un atentado contra la integridad, la dignidad y la libertad de las mujeres, que nos afecta por el hecho mismo de ser mujer. Es cualquier acto o estrategia aprendida e intencionada de relación sutil y/o agresiva que tiene como objeto la dominación y el control de nuestros cuerpos, nuestras decisiones, comportamientos y de nuestras vidas en general; en cualquier ámbito, privado o público, para que “representemos” un “guión” impuesto históricamente en el que las mujeres tienen su razón de ser al servicio de los hombres o, dicho de forma más coloquial: donde “el hombre manda y la mujer obedece”.

¡Ay de aquellas que obvien interpretar este papel!

Esta lacra o virus social, que se sirve del “todo vale” para mantener sus privilegios ancestrales, extiende su poder a través de numerosas y diferentes formas de violencias como la física, la psicológica /emocional, la sexual, la económica, la simbólica, etc. y se ha ido adaptando también a los distintos contextos sociales, culturales, económicos, políticos e incluso tecnológicos.

El avance de las tecnologías de la información y comunicación, ha propiciado que cada vez más personas puedan acceder a ellas y usarlas de forma cotidiana. Lo cual ha supuesto una radical transformación en todas las facetas de nuestras vidas. Sin duda, ha facilitado a las mujeres su propio empoderamiento personal, a través de estas herramientas podemos formarnos, comunicarnos, debatir, tener oportunidades de trabajo, conocer personas afines, etc.

Pero también el virus social de la violencia machista se ha beneficiado de este progreso al usar estos soportes y herramientas como armas para ejercer su violencia sistemática controlando, acosando, amenazando, denigrando y tratando de reprimir el avance de las mujeres; los más cobardes, incluso escudándose en el anonimato de los perfiles falsos y encontrando el amparo y la impunidad de la falta de recursos humanos y económicos de la policía para perseguir estos delitos cuando estos son denunciados.

Este tipo de violencia 2.0, se ejerce especialmente sobre las mujeres. Tal y como refleja el hecho de que nosotras representemos un 70% de las víctimas de estas agresiones. Por eso hoy queremos denunciar desde FELMA la violencia machista que se ejerce en la red o través de los diferentes soportes tecnológicos que hoy forman parte de nuestro día a día. Apartarse de la normativa sexual femenina, o de los cánones de belleza heteronormativos que se imponen por toda la red mediante la cosificación y sexualización de las mujeres, puede convertirnos en diana de insultos,
difamaciones y amenazas.

Pero donde este tipo de violencia muestra su cara más peligrosa, es en el ámbito de las relaciones personales y especialmente en el de las parejas, donde camuflada en los mitos del amor romántico y a través de técnicas que van desde lo más sutil hasta lo más evidente y agresivo, se ejerce un control “casi orweliano” sobre nuestras vidas: cuando conoce n las contraseñas de nuestras
redes sociales; revisan las llamadas o las conversaciones de whatsapp si en un descuido acceden a nuestros teléfonos móviles, o nos obligan a dejárselos como prueba de nuestra lealtad;
cuando “nos invitan” a eliminar determinada foto “demasiado provocativa”, bloquear amistades o exparejas; e incluso cuando haciendo uso de nuevas aplicaciones nos tienen localizadas 24 horas por medio de la tecnología GPS de nuestros teléfonos móviles.

Sin embargo, el peligro no termina cuando acaba la relación, sino que empiezan otros, como el chantaje con la difusión en la red de nuestras fotos o conversaciones íntimas.

La problemática que denunciamos públicamente se reproduce de manera más intensa entre los y las adolescentes y jóvenes, quienes al ser nativos y nativas digitales, normalizan las prácticas antes detalladas y esto unido a que el 84% de la juventud perciben que existe impunidad ante este tipo de agresiones. Pero la violencia online se combina con la violencia machista más clásica como demuestra que las denuncias de malos tratos por parte de adolescentes hayan aumentado un 30% desde 2015, a pesar de que los y las expertas, advierten que esto tan solo representa la punta del iceberg que esconde casos no denunciados o que ni si quiera son considerados como violentos por parte de quienes los padecen.

Frente a este fenómeno, resulta imprescindible distinguir las conductas concretas de las causas que las originan, ya que la visibilización y el análisis de esta problemática, nos puede permitir comprobar cómo las relaciones de género siguen perpetuándose también en Internet, difundiendo y reproduciendo la estructura social jerarquizada y discriminatoria basada en el género, consolidan estereotipos y ejercen una violencia ideológica y simbólica que perpetúan un statu quo de dominación hacia las mujeres y todas aquellas personas que se apartan de las imposiciones normativas del heteropatriarcado.

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