La huelga que viene

1. Todas mujeres, todas diferentes

El próximo 8 de marzo las mujeres tenemos una cita importante con el mundo, con nosotras mismas, con nuestros compañeros, hijos, padres, jefes…

Nos hemos convocado para pararlo todo. Nosotras. Pero en ese llamamiento que -esta vez sí- se ha dado en denominar huelga, hay mucha controversia, mucha unión y mucha divergencia también.

Quisiera empezar diciendo que a mí personalmente no me supone un problema ni una tristeza (ni una pérdida), comprobar la variedad de posturas que mantenemos, sobre todo porque proceden de nosotras y las mujeres, en los momentos decisivos, casi nunca hemos hecho lo que se esperaba de nosotras, pocas veces hemos seguido el camino marcado.

Hasta hoy las mujeres nos hemos unido muchas veces para realizar y liderar huelgas y paros de muy diversa índole: huelgas por el pan, huelgas laborales, contra la guerra, contra tiranos, huelgas de hambre, de solidaridad con nuestros compañeros, huelgas de sexo, huelgas de hogares abandonados por defender los puestos de trabajo de los maridos e hijos y sus encierros y de volver luego a casa a seguir fregando para ellos, huelgas de prostitutas, por el aborto, marchas de mujeres indígenas por la tierra y de madres en las plazas por sus desaparecidos. Pero nunca, que yo recuerde, lideramos una huelga general al uso, aunque hayamos estado en ellas con todo el apoyo de nuestra fuerza. Tampoco, que yo sepa, los sindicatos habían convocado una huelga general por nuestras reivindicaciones y esta vez no iba a ser una excepción.

Y no es que me sorprenda demasiado, la verdad.

2. Muchas mujeres, una sola lucha

Sí me ha hecho pensar bastante la división que ha generado entre nosotras la convocatoria de huelga. ¿Huelga general o huelga feminista? ¿Huelga de 24 horas o paro de 2? ¿Huelga para todxs o huelga solo de mujeres? ¿Huelga institucional o huelga de verdad?

El Partido Feminista de España, integrado en IU, saca un comunicado sumándose al paro de dos horas convocado por CCOO y UGT, y tachando de irresponsable a las comisiones del 8M por llamar a la huelga general de 24 horas.
En un consenso de mínimos, la coordinadora estatal deja a un lado las reivindicaciones contra la prostitución o los vientres de alquiler, pacto de silencio que también lamenta el PFE y que otros grupos obvian sumando a sus reclamaciones las denuncias contra estas dos causas de explotación de las mujeres.
Las afiliadas a CCOO y UGT pararán 2 horas y a esa huelga llaman desde sus organizaciones, las de CGT, en cambio, harán huelga general de jornada completa.
Ni en un caso ni en otro, las asambleas, los congresos, la información a las y los trabajadores de los centros o la preparación de piquetes y divulgación de materiales, está siendo mínimamente equiparable a la de una huelga general de las doce, más o menos, en que habré participado en mi vida.
De hecho, mi centro de trabajo no muestra ni un cartel, no se ha repartido ni un panfleto, no hay ningún llamamiento por parte de ninguno de los sindicatos, mayoritarios o no, ningún pronunciamiento del comité de empresa y la junta de personal.

Los sindicatos han tardado en acoger el clamor de las mujeres y en aceptar la fuerza de esta convocatoria internacional. Temen al fracaso de una huelga que consideran «impensable en estos momentos, dada la situación del mercado laboral», como declara el PFE en su comunicado.

Sí que debe de haber temor, solo dos horas de paro…, a pesar de que el movimiento feminista se ha responsabilizado del resultado de la convocatoria, eximiendo a los sindicatos de toda responsabilidad en el poco seguimiento que unos y otras vaticinan, declarando una y otra vez que no es una huelga normal, que no puede medirse por los parámetros tradicionales; a pesar de contar con el apoyo explícito de los partidos (simpatizantes unos, acomodaticios e hipócritas, la mayoría) que, desde ayuntamientos e instituciones cuelgan banderas y firman mociones apoyando la huelga; a pesar de que la causa de las mujeres es hoy un «dulce» que todos quieren repartirse y hay incluso gobiernos enteros, con su presidenta a la cabeza, dispuestos a desbaratar con su impostura la única herramienta de que dispone la clase obrera para acabar con este sistema en el que nos tienen presxs; dispuestos a cargarse el esfuerzo y la dignidad que supone pensar siquiera en la Huelga General (así, en mayúsculas), trivializando con «paros simbólicos», «ralentización de las tareas», «aligeramiento de la agenda institucional»,  como si fuese posible que esta huelga no se dirigiera también contra ellxs, contra sus políticas, sus recortes y sus trapicheos de puertas giratorias y negocios seguros, como si, mezclando y confundiéndolo todo, pudieran hacernos creer que son de lxs nuestrxs, de los y las trabajadoras, de las madres desahuciadas, de lxs abuelxs abadonadxs, de las amas de casa extenuadas, de las migradas sin papeles ni trabajo, de las familias que no llegan a fin de mes.

3. Huelga

Pero no lo son. Y lo saben. Saben que ante una huelga solo hay dos posturas: o con la patronal, con los bancos, con las multinacionales o con la clase obrera, que padece las consecuencias de sus políticas conciliadoras, urdidas para contentar a quienes mandan en todo.

Y si tuvieran algo de dignidad, se echarían a un lado y dejarían de hacerse la foto por una vez al menos. Porque la huelga, efectivamente, no es algo que deba tomarse a la ligera, ni deja de ser un método de presión para conseguir los objetivos laborales y sociales que se reclaman por el simple hecho de que seamos mujeres quienes la promulguemos. Faltaría más.

4. Nosotras, sin miedo

Quiero acabar esta reflexión sobre la huelga que viene el 8 de marzo agradeciendo a todas las mujeres su esfuerzo por sacar las luchas adelante y quisiera pedir para esta jornada en concreto que dejemos de sentir miedo a lo que piensen de nosotras, ni a manifestar nuestras diferencias.

Porque, si ese miedo a que no nos tengan en cuenta, a las críticas, a lo que sea, nos hace perder nuestras identidades como grupos diversos, nuestras diferencias edificantes y nos convierte en una masa homogénea que, para serlo, ha tenido que silenciar un montón de voces disonantes y ocultar la riqueza de nuestra condición histórica, es que este mundo está logrando su objetivo y nos está haciendo olvidar de dónde venimos y quiénes somos.

Somos las diferentes, las otras, las olvidadas, las apartadas, las sobrevivientes, las luchadoras, las renacidas…somos las mujeres y vamos a cambiar las cosas.

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