Madre y sin papeles o cómo empezó todo

Empezamos una nueva sección donde os vamos a contar una historia. La historia de Salma, nombre ficticio (para protegerla) como todos los que van a aparecer aquí. Queremos que  sirva para dejar constancia de todo lo que ha pasado, hacer memoria y aprender para el futuro. Para que ninguna Salma sea separada de su hijo, víctima de la justicia patriarcal que campa por nuestro país. Para hacer resistencia frente a un sistema sin sentido, que deja a las personas débiles fuera, desprotegidas. Para seguir luchando.

Abril 2019

Aquella noche, mientras ordenaba algunas cosas en el mueble que hacía las veces de armario en su cuarto, mantenía abierta como en otras ocasiones su enorme maleta en el suelo. De rodillas junto a ella rebuscaba entre la ropa, moviendo de un sitio a otro tarros, zapatos, jerseys… Yo daba vueltas a lo que prepararía para cenar, a la ropa que llevaría al trabajo mañana e iba y venía de mi habitación a la cocina, de allí al baño, sin reparar en lo que ella pudiera estar haciendo. En uno de esos paseos, me llamó en voz baja, suavemente. Cuando entré en la habitación tenía entre sus manos una prenda de bebé. Era un pequeño body que acariciaba pasándolo por su mejilla. “Mira”, me dijo acercándolo a mi nariz, “todavía huele a Leo”. Y entonces me contó cómo una noche, varias semanas después de que los abuelos la pusieran de patitas en la calle y mientras pasaba una corta temporada en casa de la hermana de Tomás, él, que a veces -y como para prolongar aún más la tortura que ejecutó contra ella- tenía gestos que podían confundirse con cierta humanidad, le llevó al bebé a la casa y le permitió dormir con él.

Despacio, con una leve sonrisa en los labios, sin enredarse con las palabras, como si su español fuera tan fluido como el mío, fue explicándome cómo pasó la noche casi sin dormir, mirando a su hijo, oliéndolo, acariciándolo, dándole el pecho. Y cómo a la mañana siguiente, lo bañó, le puso colonia, lo peinó, lo acicaló y finalmente, y sin que el padre se diera cuenta, se guardó el body que había llevado sobre su piel y que ahora doblaba y desdoblaba con tanto mimo mientras hablaba conmigo.

Fue la última noche que pasó con su hijo. Nunca más volvió a repetirse un encuentro así.

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